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»Aprendiendo a ser Papá«

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Mensaje por Darky-chan Miér Feb 03, 2010 5:58 pm

nuevamente, si no conocés a NEWS, te vas a perder un poco xDDD pero como no está hecho en su universo (o sea, UA), no habrá problema (?)
Aquí, la última locura que anda rondando por mi cabeza...


Aprendiendo a ser Papá
RyoPi


Capítulo 1.

Era una tranquila mañana primaveral.
El sol resplandecía en el cielo, iluminando todo con su luz. El viento llevaba impregnado en sus brazos fantasmales el dulce aroma de las flores y arrastraba consigo el cantar de los pájaros.
Abrió sus ojos con pereza, deseando no tener que levantarse.
Comenzó con su rutina de todos los días, como todas las mañanas hacía.
El reloj del comedor marcaba el tiempo, monótono.
Todo parecía concordar con lo que ya estaba acostumbrado.
Su día podía comenzar a cualquier hora, después de todo no necesitaba trabajar, y tampoco quería. Él no era como la mayoría de sus amigos, que se levantaban con el amanecer para no llegar tarde al trabajo. En cierto modo, le molestaba tener tanto tiempo libre, pero siempre encontraba una manera de utilizarlo productivamente.
Nunca tuvo algo de lo que fuese 100% responsable, nunca pudo conocer lo que representaba dejar algo para poder obtener otra cosa. Él siempre tomaba todo lo que quería sin resultar perjudicado. No conocía lo que era el esfuerzo o el fracaso.
Él siempre triunfaba.
Abrió la puerta de calle para buscar el diario, pero lo que encontró allí no eran precisamente las noticias.
Durante un corto lapso de tiempo se mantuvo estático en el umbral, sin ser capaz de reaccionar. De sus labios brotó un leve y corto “oh” mientras que sus manos comenzaban a temblar. Lo que sus ojos veían debía de ser una broma de mal gusto, de muy mal gusto.
Un rayo de sol iluminó completamente el rostro de uno de los dos bebés que dormían pacíficamente en el pequeño cesto. Sus chicos ojos se abrieron con lentitud y de su garganta salió un llanto que partió el silencio en millones de pedazos.
Se sobresaltó con el ruido y, tomándolos con cuidado, los introdujo dentro de su casa, rogando que ningún vecino los haya visto.
Con los nervios ya crispados, alzó a la criatura que lloraba y la separó de la otra, que aún no se había despertado.
Lo acurrucó entre sus brazos, confundido, intentando detener el incesante llanto.
— ¿Qué es lo que tienes, qué es…? —se preguntó en voz alta cuando el teléfono sonó y despertó al otro bebé, que también comenzó a llorar.
Al tiempo que intentaba calmarlos, todavía con uno de ellos contra su pecho, atendió la llamada, a tan sólo un segundo de entrar en una completa desesperación.
— ¿Sí? —preguntó con la voz entrecortada sin perder de vista a los niños.
Ryo, ¿qué es ese ruido? —inquirió la voz al otro lado de la línea.
—Son bebés llorando, ¿por? —respondió mientras una pequeña sonrisa triunfadora se dibujó en su rostro al ver cómo la criatura que tenía en brazos se calmaba.
Su interlocutor permaneció en silencio por unos segundos, cuando abrió sus ojos de par en par, anonadado.
¡¿QUEEEEEEEÉ?! —gritó.
El pelinegro hizo una mueca de dolor.
—Yamapi, no me grites, y menos en el oído —bufó.
¿Desde cuándo tenés bebés en tu casa?
—Ehhhm… estaban en mi puerta esta mañana. Alguien los habrá abandonado.
¿No tienen alguna nota o algo que te aclare un poco?
—A ver, espérame que me fijo —concluyó, y apoyó el auricular sobre la pequeña mesa de esquina.
Buscó en el cesto algún papel, pero no había nada. Dejó a la criatura dentro del mismo, al lado de la otra, y regresó al teléfono.
—No encontré nada —comentó algo extrañado, observando cómo los bebés jugaban entre ellos.
Dios, Ryo, voy para allá… Cuida bien que no hagan nada peligroso y volvé a buscar, que algo los padres deben de haber dejado… —sentenció y dio por terminada la comunicación.
Suspiró cansado mientras volvía a colgar el auricular.
Se acercó a las dos pequeñas personitas y las observó atentamente. El chico se había vuelto a dormir, en cambio la niña permanecía despierta y sonriente.
— ¿Qué es eso que tienes en la mano? —preguntó curioso y se lo quitó con cuidado. La bebé comenzó a llorar con todas sus fuerzas.
Un creciente dolor de cabeza se apoderó de él, y en un intento desesperado de calmarla, dejó que jugara con una cuchara de plata que encontró a mano. Estiró el papel arrugado y leyó lo que tenía escrito:
“Mizu y Tenshi Nishikido. Son tus hijos biológicos. Hazte cargo”

Permaneció petrificado en su lugar. Sintió cómo todo en su alrededor comenzaba a dar vueltas.
¿Hijos? ¿Biológicos?... Cayó al piso sin fuerzas, sin captar nada.
Cerró sus ojos lentamente al tiempo que sentía su sangre revolucionarse en sus venas, palpitando detrás de sus orejas, hasta dejar que la negrura lo envolviese…

— ¡Ryo, Ryo…! —sintió como unas manos lo zarandeaban con fuerza— ¡Ryo, ¿me escuchás?! —la voz sonaba preocupada y conocida.
Dejó salir de sus labios entreabiertos un corto suspiro y separó con pesadez sus párpados.
— ¿Yamashita? —preguntó en un susurro, intentando ver bien aunque su mirada nublada no se lo permitía.
—Dios, Ryo, me asustaste —se quejó el joven— menos mal que no trabaste la puerta, porque sino no hubiese podido socorrerte…
— ¿Qué me pasó? —entrecerró los ojos al incorporarse. El dolor de cabeza lo partía en dos.
—Te desmayaste —le respondió, ayudándolo a pararse— No hace falta que me digas nada, ya leí la nota
El pelinegro parpadeó, mareado, y dejó caer su cuerpo sobre una silla.
—Entonces no era un mal sueño… —comentó— Realmente son…
— ¿Tus hijos? —continuó la frase— no dudo que lo sean, se parecen mucho a ti… ¿Quién es la madre?
—No sé… No recuerdo haber estado con muchas mujeres a lo largo de estos años…
— ¿A cuánto llamas “muchas”? —inquirió, tomando uno de los bebés en brazos.
—Perdí la cuenta… —reconoció a su pesar— Contigo no lloran —bufó.
—Vine preparado. En el camino compré cosas para bebés porque ya era un hecho que no tenías nada… —sonrió levemente con autosuficiencia— tenían hambre los pobres…
—Hay, Pi, ¿no puedes ser la madre? —preguntó, mirándolo fijamente a los ojos— Yo sólo no puedo hacerme cargo de ellos… Te necesito más que a nadie ahora… Por favor —rogó.
El castaño se conmovió, mas no permitió que su amigo lo notase.
—Está bien, Ryo, pero sólo por ellos lo hago, ¿ok? —clavó su mirada en el rostro de la criatura— Mizu~tan es toda una dulzura, ¿no crees? —dijo, observándola dormir entre sus brazos.
—Sí —murmuró cortante.
Yamapi levantó la mirada cuando notó que su compañero se había acercado considerablemente a él, dejando un pequeño espacio entre los dos, dónde la niña cabía a la perfección.
—Gracias —le dijo y lo abrazó con precaución de no despertar a la durmiente— No sé lo que haría sin ti ahora —susurró en su oído mientras sus manos acariciaban su espalda libremente.
El joven sintió cómo en sus mejillas comenzaba a alojarse la sangre. Se estaba ruborizando… y su corazón latía rebelde en su pecho al sentir las caricias del pelinegro,
—Ryo… —creía que su corazón iba a abandonar su cuerpo en cualquier momento, pero, en medio del abrazo, había encontrado la valentía suficiente para poder decir la verdad… o eso quería creer.
— ¿Hm? —aferró sus brazos con más fuerza, apenas dejándole lugar a la criatura. Le gustaba cómo sus ojos veían la escena. Le gustaba mucho estar abrazado así con él. Siempre que una oportunidad lo ameritaba, aprovechaba para pegar su cuerpo al de su amigo y permanecer así durante un largo rato. Sólo que esta vez, algo pequeño se lo impedía. Tendría que conformarse con las caricias, aunque no le pareciesen suficientes. Cuando estaba con él siempre sentía deseos de ir por más.
—Yo… —su rubor dejó de ser leve. Toda su sangre se había agolpado en su rostro— Yo… —entrecerró sus párpados sin poder hacer que su corazón se calmase.
Ryo permaneció en silencio, sin detener las caricias, con la leve esperanza de que por fin escucharía las palabras que a él le costaban tanto decir.
La bebé se despertó entre ellos y comenzó a llorar impacientemente.
Yamapi maldijo dentro de su mente.
—Tengo que ver qué es lo que tiene Mizu —dijo, sin ganas, perdiendo toda su determinación.
El pelinegro dejó sus brazos caer hacia sus costados, con un aire de decepción envolviéndolo. Se sentó en la silla y comenzó a jugar con Tenshi, quién reía risueño al notar que volvían a posar la atención en él.
Con un bebé su vida ya se hubiese visto revuelta, pero… ¿con dos bebés a su cargo cómo pensaba sobrevivir?
—Pi, tengo que aprender a ser padre… —comentó sin voltearse a ver a su acompañante.
Tenía miedo en el fondo. Miedo de descubrir que todo lo que pensaba sobre sí mismo no fuese más que una vil mentira.
Y aunque no quería, lo tenía que descubrir.

Fin del capítulo.


Bueno, espero que les haya gustado xDDDDDDDDD no me maten! >3< *sale corriendo*
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Mensaje por Invitado Miér Feb 03, 2010 6:54 pm

Ajajajaja XD
kawaiii TwT

xDDD

la ptm de los bebes! XD
cortaron la mejoor parte T_T

xD!

muy bueno.

me hace aacordar a la peli baby&me XD

es muy parecida XD

nada mas k no es yaoi xDD

mirala despues es un peli coreana :)

y el prota es *0*

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Mensaje por damita Jue Feb 04, 2010 6:33 am

jajaj yo pienso gual qe m XD
baby&me rebaba** qiero ser el bebe mierd* xD

*o* muy lindo *_*!

jajaja yaa venia venir qe era yaoi esto XD

¡viciosa!
XD

igual ._.!

pone la 2da parte osino te muelo a palos~
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Mensaje por Darky-chan Jue Feb 04, 2010 4:03 pm

jaa xDDD para colmo los tipos reales son re machos XDDDDDDD después subo la segunda parte n-n cuando la termine de tipear xDD porque la estoy escribiendo a mano u.ú
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Mensaje por damita Vie Feb 05, 2010 1:28 am

Darky-chan escribió:jaa xDDD para colmo los tipos reales son re machos XDDDDDDD después subo la segunda parte n-n cuando la termine de tipear xDD porque la estoy escribiendo a mano u.ú

bueno pero apurate XD
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Mensaje por Darky-chan Vie Feb 05, 2010 3:57 pm

Ok, me apuré xD aquí, la segunda parte ;)


Aprendiendo a ser Papá

Capítulo 2.

Bajó las escaleras hacia el comedor soñoliento. No había podido dormir ni cinco minutos en toda la noche.
Los bebés lloraban a todo momento y a toda hora… ¿cómo se suponía que iba a descansar?
—Buenos días —sonrió su amigo al verlo— ¿cómo están los bebés?
—Yo, mal —le respondió— no dormí nada…
—Pregunté por los bebés.
—Por fin dejaron de llorar —suspiró, aliviado.
Yamapi rió levemente.
—Bueno, te hice el desayuno. Quiero que lo comas todo todo —dijo, acercándole el plato.
El pelinegro lo observó sentarse a su lado en silencio.
— ¿No desayunas? —preguntó.
—Ya lo hice —sonrió— me levanté antes.
Ryo centró sus ojos en la comida.
—Perdón por hacerte dormir en el sofá… —murmuró, apenado.
—Está bien, es bastante cómodo.
—La próxima vez puedes dormir en mi cama… —comentó, probando un bocado del desayuno.
El corazón de Yamashita latió un palpitar más rápido y ya notaba la diferencia.
— ¿Qué? —dejó salir todo el aire de sus pulmones.
El joven alzó su mirada a la suya. Ambos estaban iguales; sonrojados y con sus corazones palpitando rebeldes.
Permanecieron en silencio, estáticos. Sentían sus labios como si se hubiesen cerrado con candados.
—Esto… —susurró, luchando para no dejarse vencer completamente por la timidez que siempre lo rodeaba— el desayuno está muy rico… —logro decir al fin, aunque no era lo que su interior gritaba.
Su acompañante sonrió, levemente el color de sus mejillas volvía a la normalidad.
—Me alegro —respondió, simulando la alegría. Se sentía un completo idiota. Decidió levantarse de su asiento y marcharse.
El pelinegro clavó sus ojos en el plato. Molesto consigo mismo por su estupidez, y en un arranque de valentía, fue tras él y lo abrazó posesivamente.
—Yamapi —susurró, y el aludido giró entre sus brazos para quedar frente a frente.
No dijeron nada más. Ambos luchaban contra sus egos y timidez, queriendo avanzar y dejar atrás el obstáculo que se los impedía.
Se acercó más a él, pegando sus cuerpos, rodeando su cintura. Buscaban las palabras en la mirada del otro, pero permanecían tan serios que lo único que lograban era confundirse.
“Ahora o nunca” —se dijo en su interior Ryo— “Es ahora o nunca”.
Fue acercando sus rostros con duda, hasta el punto en el que sus labios estaban a punto de rozarse. Tan pegados los dos sentían ambos corazones desbocarse en sus pechos y notaban cómo sus respiraciones se volvían irregulares.
—Ryo… —fue lo único que dijo el castaño, observando los labios tan cercanos de su compañero. Y eso bastó para hacer que la determinación los invadiese.
El morocho unió sus bocas en un inocente beso que luego pasó a ser uno más impaciente, deseando poder llegar a más.
Entreabrieron sus labios y dejaron que sus lenguas se enredasen y bailasen juntas, recorriendo cada rincón, memorizando. Sus manos descendieron de las caderas del castaño y se aferraron en sus muslos, pegando sus vientres. Yamapi rodeó su cuello y lo atrajo más a él, profundizando el beso.
El deseo cada vez se hacia más y más potente e insoportable. El pelinegro recostó a su compañero en el sillón, quedando él encima. Sonrieron. Se miraron a los ojos. Ya no tenían miedo de ser rechazados, como tampoco en aquel momento quedaba rastro de timidez o vergüenza.
—Puedo escuchar tu corazón —comentó y comenzó a acariciar su pecho.
—Yo también puedo… —susurró, volviendo a besarlo, procurando depositar la mínima parte de su peso sobre el cuerpo de él.
El teléfono sonó impasible, y con él los bebés comenzaron a llorar. Rieron, divertidos, sin molestarse demasiado por la interrupción. Después de todo, ya habían avanzado mucho.
—Atiende, yo me encargo de ellos —dijo Yamashita, besándolo rápidamente sobre los labios.
Se separaron sin mucho entusiasmo.
— ¿Hola? —preguntó Ryo, descolgando el auricular.
Ryo, ¿tienes idea de dónde está Yamapi? Desde ayer que lo llamo y no me contesta… —acotó la voz del otro lado de la línea.
El pelinegro rió entre dientes.
—Está aquí, Massu. Si quieres ven a darte una vuelta…
Ok, ya voy yendo entonces. ¡Nos vemos! —exclamó y cortó.
Colgó el auricular y fue a buscar a su compañero a la habitación que habían destinado a los bebés. Lo abrazó por detrás, apoyando su cabeza en su hombro.
—Parece que nuestro amigo los conocerá antes que nadie —comentó, besando su cuello.
—Ryo, no en frente de los niños, por favor —reprochó, acunando a Tenshi contra su pecho.
— ¿Por qué? No entienden lo que estamos haciendo…
—Pero me molesta. Son criaturas y no deberían presenciar nada indebido para su edad —acotó.
— ¿Cómo esto? —inquirió, comenzando a acariciar su vientre por debajo de la ropa.
El castaño se ruborizó completamente, dejando a la criatura recostada en la improvisada cuna al lado de su hermana, los dos dormidos.
—No… hagas eso… —susurró, alejándose rápido de la habitación para no despertarlos.
Lo siguió hasta la cocina, sonriente.
— ¿Por qué? —preguntó, acorralándolo contra la mesada.
—Ryo, hoy a la mañana estabas terriblemente cansado, ¿por qué no descansas un rato? —rió nervioso y colorado. Se conocía lo suficientemente bien para saber que si las caricias continuaban no iba a poder contenerse ni un segundo más.
—No te preocupes… Igual, esta noche dormirás en mi cama —se pegó a él y metió su mano dentro de su ropa interior— conmigo.
Yamapi gimió levemente al sentir el roce de sus dedos sobre su punto débil. El pelinegro sonrió satisfecho de lado a lado y lo besó lujuriosamente, continuando con las caricias y masajes.
Los minutos pasaron rápidos y el aire alrededor de ellos se volvía cada vez más húmedo y caluroso.
—Pa..Pará… —murmuró entre gemidos el castaño, perdiendo de a poco el control sobre sí mismo.
—Tu cuerpo parece querer otra cosa —dijo, volviéndolo a besar— y el mío desea lo mismo que el tuyo… Tan sólo observa cómo ante cada uno de tus movimientos, mi cuerpo reacciona y responde con otro…
Continuaron besándose y acariciándose con pasión desbordante, sin poder detenerse. Se dejaron llevar entera y completamente por sus hormonas y el deseo.
Un llamado a la puerta hizo que regresasen a la Tierra.
—No hacen más que interrumpirnos —se quejó Ryo— seguramente es Massu…
Se alejó lentamente de él, con un brillo diferente impregnado en sus pupilas. Yamashita suspiró, intentando normalizarse y calmarse. Gracias a esos dichosos bebés podía estar con la persona que él más amaba. De hecho incluso parecía ser la situación ideal para los cuatro: representaban una familia promedio, sólo que el “papá” todavía no caía en cuenta que lo era y la “mamá”… no era precisamente lo que se entendía por una.
Fue a buscar a los niños con una pequeña sonrisa grabada en su rostro. Antes de alzarlos se acomodó la ropa, y luego tomó a uno con cada brazo. Tenía que admitir que los bebés ya cargasen un año de vida era algo bueno. Si hubieran sido más chicos, ¿cómo sería la situación? Por lo menos tenían un puto a su favor. Pero una pregunta no dejaba de rondar por su mente: ¿por qué la madre los había abandonado, por qué no había hablado antes? Entendía más que bien que Ryo era un poco inmaduro y no conocía nada que no tuviese que ver con su entorno, pero no era un insensible o una mala persona, tampoco era un tremendo irresponsable… No importaba por dónde lo mirase, no podía encontrar el porqué.
Descendió al comedor con las dos criaturas aferradas a su pecho.
El calor que despedían sus pequeños cuerpos le causaba una extraña felicidad. De alguna manera lograban hacerlo sentir completo.
El pelinegro hablaba animosamente con su compañero, cuando sus ojos se centraron en ellos. Su amado sonrió de lado a lado al tiempo que tomaba con cuidad a la niña.
—Te los presentamos —dijo, orgulloso— ella es Mizu…
—Y él es Tenshi —continuó risueño el castaño al ver cómo el niño jugaba con su dedo.
Su amigo se quedó estupefacto.
—Yamapi… ¿cuándo estuviste embarazado de él? —inquirió Massu.
El aludido se sonrojó completamente.
—Son mis hijos —respondió Ryo— al parecer una de las chicas con las que estuve llevó una pequeña parte mía dentro de ella…
— ¿Cuándo lo supiste? —continuó con el interrogatorio, sin poder todavía creer en lo que veía.
—Ayer… —su voz se desvaneció en el aire y sus ojos se vidriaron de una forma extraña.
En su interior admitía que le hubiese gustado estar presente en todos los momentos que se habia perdido. Le hubiese gustado verlos llegar al mundo en vez de verlos dormidos en el umbral de la puerta de entrada.
Desde su punto de vista la verdadera madre estaba despechada y enojada con él. Y eso tampoco lo entusiasmaba.
—De haber sabido les traía algo para ellos —murmuró.
—Gracias, pero no hace falta… Pi ya compró algunas cosas así que por ahora nos estamos arreglando bien —acotó el moreno sin dejar de sonreír.
Massu los observó en silencio hasta que sus labios se curvaron hacia arriba, formando una auténtica sonrisa.
—Parecen una familia de verdad. Me alegro por ustedes chicos, perdón por molestarlos… Ya me voy… —concluyó, despidiéndose cordialmente.
Para lo que había ido a decir ya era tarde. Los cuatro parecían contentos juntos, aunque dentro de todo no entraban en los estándares.
Quizás también era su turno de buscar su propia felicidad.

Fin del capítulo.


ahora, esperen a que empiece el tercero xD
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